Carmen Jordá Such Memoria creativa de la modernidad
A creative memory of modernism

 

El particular desánimo que, hace una década, algunos sentíamos y expresábamos ante la falta de vitalidad de nuestra-entonces ensimismada-producción arquitectónica, poco a poco se ha ido desvaneciendo para dejar paso a una situación bien diferente. Desde luego esta afirmación no responde a que, con el inexorable transcurrir de los días, la tarea de observar lo cercano puede contaminarse de conformismo, o a que con la costumbre se suavicen los criterios de valoración. Sencillamente otra realidad, la que hoy se vislumbra, ha tenido que moldear apreciaciones en el sentido de convertir escepticismo en confortable expectación que, diez años atrás, todavía no permitían presagiar unos pocos destellos en nuestra oscuridad posmoderna, bastante refractaria a la autocrítica y a reconducir estrategias de proyecto, por aquel tiempo.

Aprovechando la cita que nos brinda nuestro Colegio de Arquitectos con sus Premios, ya estamos en condiciones de hacer balance desde otros parámetros y, lo que es más importante, con otros resultados porque, afortunadamente, nos encontramos ante una arquitectura de ideas que ha desplazado y orillado la arquitectura más banalmente formalista. Es decir, frente a la anterior inclinación hacia el juego de las apariencias, ahora se prefiere atender contenidos esenciales, con un mejor entendimiento del programa, del medio y de los factores de escala. Así mismo, la retórica de los gestos ha sido sustituida por la contención y la sobriedad. Es como si finalmente se hubiera asumido el lúcido principio sotiano de que la buena arquitectura está llena de renuncias. Naturalmente, habrá que excluir de esta generalización determinadas iniciativas de la Administración que no van a ser contempladas en estas páginas y que están en la mente de todos.

Pero lo cierto es que el panorama profesional de la Comunidad Valenciana ha evolucionado lentamente, sin catarsis ni convulsiones, para entrar en una senda de normalidad cualitativa, muy estimable respecto a su confrontación con otras Autonomías y bajo diferentes aspectos. Así, nuestro sector editorial ofrece actualmente dos plataformas periódicas ya consolidadas, a pesar de sus todavía cortas trayectorias, concretadas en torno a la decena de números: la revista Loggia, especializada en temas de restauración y ViA dedicada a las experiencias contemporáneas, cuya puesta en marcha ha sido una destacada contribución de la anterior Junta de Gobierno, apoyada por la Dirección General de Arquitectura de la Conselleria de Obras Públicas, mediante convenio de colaboración. Últimamente la gestión de ViA, adjudicada por concurso, es independiente de subvenciones y, en consecuencia, hay que alentar al equipo directivo para que prosiga con éxitos en su meritorio trabajo. También es conveniente citar Asimetrías, con tres entregas disponibles y voluntad semestral de reunir una colección de textos, fundamentalmente preparados por profesores. Se publica, como Loggia, desde el Departamento de Composición Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Valencia. En definitiva, unas revistas a las que procede sumar TC, muy distintas en enfoques y formatos, que cubren una necesaria labor orientativa, estimulando, a través de su decantada información, la cultura arquitectónica en nuestro colectivo.

Igualmente deberíamos considerar en este mismo apartado la nutrida relación de títulos editados por los Colegios Provinciales y por el propio Colegio Autonómico, por algunas instituciones o, incluso algún otro libro "free lance". Pero lo prolijo que resultaría el comentario de sus aportaciones y las breves, aunque elogiosas, reseñas sobre la materia, después recogidas en las Actas, recomiendan esta simple llamada de atención hacia una actividad incesante, tan reveladora de avances en el cultivo del intelecto, por parte de los arquitectos. En ese sentido, conviene resaltar las elaboradas reflexiones que sirven de introducción a obras o trayectorias premiadas, objeto de esta publicación. Redactadas por compañeros, habitualmente ocupados en el ejercicio libre de la profesión, confirman con su soltura y elocuencia la gran talla de los autores. Su lectura, muy gratificante, nos descubre alguna sorpresa.

El ámbito universitario también presenta novedades interesantes, empezando por el prometedor y planificado arranque de la Escuela de Arquitectura de Alicante, cuyas lecciones inaugurales de cada curso tienen una repercusión que trasciende lo local, con protagonistas de gran relieve. Entre ellos Alejandro Zaera y, anunciado para Octubre, Toyo Ito, mientras la última sesión académica contó con la asistencia de un vitalista Enric Miralles y ¿quién podía adivinar entonces su rápido tránsito a la historia?. Por un instante, un sentido recuerdo se envuelve de la singular personalidad de una figura de prestigio internacional que había iniciado su carrera con Carme Pinós, precisamente por nuestra geografía, ganando el concurso para la ampliación del Ayuntamiento de Algemesí con un hermoso proyecto, luego no ejecutado. Corría el año 1984. Pero ahora nos reclama la actualidad o sus antecedentes más inmediatos, sin retirar la mirada sobre nuestras dos escuelas de arquitectura. Una, todavía en formación, ya está dotada de una cátedra de proyectos, y la otra, con más de tres décadas de camino ascendente, dispondrá de cinco catedráticos de la misma especialidad en el corto plazo de un mes. Ambas van incrementando o completando sus cuadros docentes con excelentes profesionales y con jóvenes de talento contrastado, como ratifica el selectivo mundo de las publicaciones, de los concursos, de los premios y de las exposiciones.

Ciertamente son buenas noticias para nuestra arquitectura y su futuro porque, a estas alturas, nadie discute la importancia de la enseñanza que, además, tiene la particularidad de producir un beneficio recíproco entre el que la ejerce y el que la recibe. El alumno adquiere, junto a los conocimientos de cada disciplina, sus primeros instrumentos de análisis para poder valorar, con juicio, la cultura arquitectónica de cualquier tiempo, lugar y técnica, base imprescindible en el ejercicio de proyectar. A cambio, el estudiante suele transmitir con su inquieta curiosidad un entusiasmo, casi siempre contagioso, que es un auténtico talismán para el profesor. A su vez éste, por la naturaleza de su dedicación, está obligado a un reciclaje continuo, a desarrollar un pensamiento crítico, a comunicarlo y a poner sus ideas en orden que, a menudo, siendo el resultado de investigaciones, se manifiestan por escrito. Este escenario, no tan idílico debido a la creciente masificación de las aulas universitarias como las de la Politécnica de Valencia, explica en cualquier caso la numerosa presencia en esta publicación de arquitectos vinculados a las nobles tareas de la docencia.

La circunstancia se repite si entramos en el capítulo de los concursos que, por varios motivos, merece algún detenimiento. Ante todo, porque supone una significativa fuente de información para establecer diagnósticos. También porque puede avalar el optimismo deslizado entre los párrafos anteriores y, en ese sentido, es útil referirse a ciertas "salidas al exterior" de algunos colegas que, en la medida de haber sido seleccionados o distinguidos por jurados solventes, señalan cambios de rumbo en el reconocimiento foráneo de nuestra arquitectura. Con la advertencia de que sólo se va a recoger una muestra representativa, azarosamente rescatada entre recuerdos, el recorrido se inicia ahora con los más jóvenes, tanto que algunos de ellos aún no estaban titulados cuando se enfrentaron a los retos de sus respectivas competiciones. Es el caso de J.G. García, P. Cardells, J.M. Flores, J. Marco, C. Mejía y Ch. Penadés, premiados por el Instituto Japonés de Arquitectos, en el marco de la U.I.A.-96, con una propuesta para el viejo barrio barcelonés del Raval que, junto al complejo estudio tipológico de diferentes viviendas, ofrecía una meditada articulación entre lo público y lo privado, más espacial que programática, contando con la densidad de la zona. El concurso ACSA (Association of Collegiate Schools of Architecture)-OTIS, 1998, cuyo lema era "Urban Housing Plus", fue fallado en Río de Janeiro a favor de E. Jiménez, A. Albadalejo, J. Blesa, J.J. Tuset, A. Ros y R. Iranzo, con C. Campos de profesor tutor. Y, además de la procedencia valenciana de los estudiantes, presenta respecto a la prueba anterior otras coincidencias, las cuales giran en torno al tema de la revitalización de los centros históricos y los nuevos esquemas residenciales integrados en ellos. Sin embargo, el patrocinio de una conocida empresa de ascensores en la última cita parece haber marcado diferencias, al orientar una imaginativa solución que, enfatizando el papel de las circulaciones horizontales y verticales, utiliza el nivel superior de las edificaciones antiguas para superponer una trama aérea de conexión, mediante ligeras pasarelas.

También en 1998 se lanza el Concurso de ideas 2G, con el emblemático Pabellón Mies van der Rohe como punto de partida y al que había que dotar de algún anexo para ampliar las actividades que lleva a cabo la prestigiosa Fundación barcelonesa. Sin duda, la ocasión fue muy bien aprovechada por los jóvenes arquitectos valencianos, si juzgamos a través de los éxitos obtenidos. En efecto, entre el restringido grupo de finalistas se encuentra el proyecto de J. Marco, A. Prat y J.M. Flores, el cual, según un jurado presidido por Toyo Ito, es una propuesta que aborda numerosos aspectos del emplazamiento de forma profesional y perfectamente expresada. Entre las menciones aparece el trabajo de J. Deltell, F. Mestre, E. Fernandez-Vivancos y J. Font, que será resumido en distanciado del Pabellón y justamente proporcionado, el proyecto da una definición sutil al frente viario. El segundo premio se otorga a C. Vidal, I. Vidal, I. Llorens, F. Martínez y G. Saura, cuyo delicado ejercicio se resalta en el Acta como la propuesta más sensible de un edificio hundido frente al Pabellón, con un recorrido calibrado para dilatar temporalmente el acceso. Es interesante subrayar en todos ellos, más allá de su diversidad, el depurado tratamiento de la imagen arquitectónica y el común recurso a la excavación para colocar los elementos nuevos que, de ese modo respetuoso, no distorsionan la lectura de la obra miesiana, cuya ejemplaridad ha sido convenientemente asimilada, inspirando respuestas idóneas a tan imponente presencia.

Continuando con las convocatorias de carácter internacional y elevadísima participación, como ocurre en las anteriores, se realizan otros dos concursos promovidos desde Suecia y Finlandia, el de la Ampliación de la Universidad de Estocolmo (1996) y el del Centro de Música y Arte de Jyväskylä (1997), que seleccionan los trabajos dirigidos por C. Meri y por J. Deltell respectivamente, situándolos entre los finalistas. En el primer caso se trataba de insertar un palacio de congresos, centro social, biblioteca, zona deportiva, institutos universitarios y viviendas en un entorno periférico de la ciudad, definido por su enorme extensión y ya parcialmente colonizado por edificios de gran densidad. La evidente envergadura de la operación, ante todo urbanística, se aborda desde el convencimiento de que la disposición reticular es capaz de introducir el orden necesario para organizar ejes viarios conectados a la infraestructura existente, de manera que, liberando espacios verdes, las nuevas piezas arquitectónicas se emplazan perpendicularmente y su tamaño supone una puesta en escala, más doméstica o amable, para el conjunto construido. Aunque la racionalidad del proyecto fue bien valorada en su propia condición ordenadora, es posible aventurar que una solución de raíz tan cartesiana parece ajena a las sensibilidades nórdicas.

El otro concurso, enmarcado en los actos preparatorios para conmemorar el centenario de Alvar Aalto, tenía la singularidad de la localización del solar junto al Suojeluskuntatalo (Cuerpo de Defensa) del maestro finlandés y perteneciente a su primera etapa clasicista. La alternativa planteada por el arquitecto valenciano al comprometido diálogo con la preexistencia histórica se concreta en una caja acristalada, cuyas transparencias permiten descubrir su orgánica sección y las funciones quedan explicitadas mediante el gran volumen de la sala musical que protagoniza los interiores. El acceso se resuelve cuidadosamente, produciendo una hendidura entre el edificio aaltiano y el nuevo, lo que provoca recorridos perimetrales que saben aprovechar el desnivel topográfico para disponer el hall y facilitar ceremoniosamente las relaciones sociales. Estas ideas y la de ocupar contornos hasta configurar una esquina urbana, sin duda, remiten al arquitecto homenajeado en la convocatoria, cuyo jurado transmitió, a través del Acta correspondiente, su interés por el esquema general estudiado, pero alegó insuficiencia de metros cúbicos en el auditorio.

Poco después, en 1998, la insistencia de C. Meri en estas iniciativas será particularmente compensada al ganar una mención de honor, como Dominique Perrault y Alejandro Zaera, en el concurso de un Centro de Congresos para Roma, con un aforo de 20.000 personas y cuya situación en el EUR, próxima a edificios de Pagano o de Libera, vuelve a introducir la obligación de acomodarse en la vecindad de figuras destacadas del siglo XX. El reto se salva con un prisma, bien proporcionado y pensado en travertino, que está perpendicularmente atravesado en su base por un paso destinado al tráfico rodado. La contundente propuesta expresa a las claras que, una vez más, nuestros colegas saben reaccionar sin complejos ante programas difíciles que, además de ser cumplidos técnicamente, son contemplados desde la complejidad de los valores culturales.

Las anteriores experiencias en foros internacionales y -conviene reiterar- con la competencia de numerosos equipos de diferentes países, indican que nuestra arquitectura no está recluida entre sus límites territoriales y a la vista de los resultados estos certifican que la época de las incertidumbres se ha dejado atrás. Tal vez, el cambio de actitudes y el de los métodos de trabajo están relacionados con el fenómeno de la globalización que, justamente denostado en sus aspectos perversos, ofrece un lado positivo en la divulgación por internet de las convocatorias, propiciando la participación y los encuentros. Por otra parte, en el campo de los concursos y en el de la dedicación docente –a menudo entrecruzados- ocurre algo especial: los efectos secundarios de la actividad no pueden ser más beneficiosos y crean adicción. Afortunadamente, porque la gimnasia mental es regeneradora y porque, ante la presión de tener que medirse con rivales alrededor de un mismo problema, se tensa la capacidad de análisis, generalmente crece la exigencia, se activan los recursos propios y la lección comparativa, si se realiza cuando la ocasión lo merece, permite revisar enfoques o actualizar la cultura arquitectónica.

Verdaderamente, esta práctica siempre es muy recomendable y así lo entienden los arquitectos más cualificados, entre ellos la mayoría de los premiados tanto ahora como antes por el Colegio, cuyos nombres aparecen una y otra vez entre los listados de los concursos o entre sus galardonados, desde hace tiempo. Basta recordar la convocatoria de Europan I en 1988, donde debutaron brillantemente Alfredo Payá y Javier García-Solera con un magnífico proyecto de viviendas sociales, nunca ejecutado ¡lástima!. Por cierto, este último arquitecto, y a través de su ejemplar Aulario 3 de la Universidad de Alicante, parece que está ejerciendo una notable influencia en nuestro entorno profesional, ya familiarizado con su genuina línea programática, donde básicamente se enseña que la condición introvertida de su arquitectura puede entrar en resonancia sensible con la razón constructiva y su correspondiente limpieza expresiva, con el tratamiento lírico de la luz, con la disciplina más estricta y con la educada relación con el entorno. Esta sugerencia interpretativa –no detallada por motivos de brevedad – apunta hacia la caracterización de un "aire de familia", patente en propuestas recientes de diversa procedencia que, con su madura exploración de soluciones desde el propio interior de las obras, desvelan una directriz llena de posibilidades.

Retomando el ámbito internacional en lo que nos afecta, conviene mencionar dos premios Europa Nostra, otorgados respectivamente a J. Añón, R. Martínez y J.M. Herrera (en 1996) por la Restauración del Almudín de Valencia y a M. Del Rey e I. Magro (en 1997) por la Restauración de la "Casa Comú del Consell" de Morella. Ambas actuaciones condensan elocuentemente una meritoria labor de años en torno a la intervención en edificios históricos, donde nuestro territorio tiene auténticos expertos como J.J. Estellés, E. Giménez, M. Portaceli, S. Varela, M. Beviá, A. Zaragozá, F. Grande, J. Esteban y R. Soler, entre otros. La designación de la Comunidad Valenciana para una sede permanente de la U.I.A., dedicada al patrimonio, viene a subrayar una destacada situación en esa especialidad profesional. Pero, de la historia al presente y de la arquitectura al Concurso Internacional de Diseño Cevisama 2000, el camino de la autoestima que estamos recorriendo nos conduce ahora a los dos premios concedidos al tándem A. Escardino - E. Solís, por sus accesorios de baño y por su grifería, demostrando que también en la escala del detalle hay aspiraciones. Por otra parte pensemos en la distinción que supone para Alfredo Payá encontrarse como finalista - entre figuras del alcance de Koolhas o Moneo - en el VI Mies van der Rohe Pavilion Award for European Architecture, con su Museo de la Universidad de Alicante, casi convertido en objeto de culto, a través de la gran divulgación que ha tenido su poética caja de madera flotando sobre una lámina de agua.

Por último hay que referirse a la Biennale di Venezia 2000 donde nuestra arquitectura, tras haber pasado el filtro de una elitista selección, está muy dignamente representada por conocidas obras – entre ellas las recogidas en esta publicación - de J. García-Solera , Lola Alonso y A. Payá, junto a los proyectos fin de carrera de T. Escrig, S. García-Prieto, M. Orts, C. Sentieri y C. Trullenque, algunos igualmente incluidos en páginas siguientes. Nuestra presencia en el mismo evento se podría considerar incrementada, al menos indirectamente y con una pirueta de apropiación indebida, si tenemos en cuenta la participación de los madrileños Mansilla+Tuñon, a modo de instalación artística y consistente en una colección de fotos que muestran el transporte por carretera de cinco grandes camiones, cada uno con una enorme letra cuyo conjunto forma la palabra MUSEU. Se trata del espectacular rótulo, ya situado en la base de su correspondiente edificio en Castellón, zona de talante receptivo a la entrada de otras firmas de prestigio, como C. Pinós y C. Ferrater. La colaboración de arquitectos locales con este último se está reflejando en la formación de un interesante núcleo de inquietudes profesionales al que pertenecen J. Sanahuja, C. Bento, C. Escura y C. Martín, que sumando el equipo de F. Calduch, M. Ballester y L. Castellet, o el joven A. Ibáñez, el ambiente castellonense se abre a expectativas de nivel, cuyas realizaciones no tardarán en ser más atendidas por los medios impresos.

Lógicamente, al entrar en el escenario nacional aumentan las oportunidades para nuestros arquitectos concursantes, de manera que no es recomendable un enfoque demasiado retrospectivo y habrá que limitar el recuerdo a las últimas experiencias, aunque algunas ya están en fase final de ejecución. Como la Rehabilitación del Teatro Circo de Albacete, según el proyecto premiado de C. Campos con J. Caballero y E. Sánchez, los cuales, tras una culta evaluación de elementos antiguos, actualizan las instalaciones, anexionando un prisma y restituyendo la sala en su auténtica tipología. El Centro de Salud en Archena, de Vetges tu i Mediterrània, también está prácticamente terminado, permitiendo comprobar la corrección de su planteamiento que evidencia confianza en el muro y en el patio para protegerse de condiciones adversas. En la misma provincia y en su capital, F. Mejías con J. Sánchez y V. Martínez Gadea tienen en marcha el resultado de otro concurso nacional, la Escuela de Relaciones Laborales para la Universidad de Murcia. Habiendo construido ya el parking, sus hallazgos expresivos muestran una determinada preferencia con la que se identifica el arquitecto alicantino que estuvo en el estudio londinense de Zaha Hadid. En realidad supone una, excepción, junto a la de C. Salazar –admirador de Gehry- en el panorama de la Comunidad Valenciana, por sus respectivas inclinaciones hacia las formas innovadoras y la fragmentación. Pero Murcia parece ser terreno propicio para los nuestros, ya que este verano C. Meri, B. Rodil y P. Tur salieron premiados con un sobrio proyecto, de orden ortogonal, para el Edificio de Juzgados de la ciudad y cuyo inicio se prevé rápido.

Córdoba es otra provincia donde coinciden fallos favorables durante este año 2.000. Así, los recién titulados D. Carratalá, C. Collado, F. Miravete y P. Peñín ganan el Concurso para la Construcción de un Centro de Servicios en el Polígono Industrial Las Quemadas, destinado a un lugar periférico de enorme extensión en la capital andaluza. Su heterogéneo y complejo programa será abordado con gran eficacia organizativa, agrupando actividades jerárquicamente y configurando una malla de volúmenes diseminados entre vacíos arbolados. Sorprende la madurez de la solución, perfectamente pensada para dotar al conjunto de una imagen unitaria, a partir del importante papel asignado a un muro perimetral, de recorrido estratégico y perfil variable, que es capaz de generar un versátil recinto interior cargado de intenciones. El otro concurso cordobés se convoca para la Ordenación del Entorno del Castillo y Ladera Norte de Monturque, siendo premiados A. Gallud y T. Herrero con un sugerente proyecto que se mueve por la órbita del land art, al considerar el paisaje como un objetivo activo, del que se extrae toda su esencia para ponerlo en valor, mediante unas cintas reflectantes que van pautando las pendientes de la colina. También la valoración paisajística es una clave oportuna que puede resumir la propuesta ganadora de M. Orts y C. Trullenque en el Concurso para la Peatonalización del Entorno del Monasterio de San Cugat del Vallés. Su conciso y elegante trabajo anuncia un buen futuro para los autores, ya seleccionados en Venecia.

Además de todos los citados, es de justicia nombrar a otros voluntariosos militantes de la siempre aconsejable disciplina de los concursos y que en convocatorias nacionales han sido destacados con segundo premio o accésit, entre ellos L. Carratalá, los Santatecla, F. Candel, V. Bernat y F. Nieto. En cualquier caso, el reconocimiento exterior hacia nuestra arquitectura es un hecho… ganado a pulso. Y el argumento se refuerza al repasar datos de Europan o de la Bienal española, donde, junto a arquitectos ya mencionados, aparecen otros como J. M. Lozano o E. De Miguel, este últimamente en situación prominente con sus Viviendas de Realojo, que también viajaron hasta Londres, al igual de las Adosadas de F. Reyes y J. L. Tolbaños, en nuestra exposición "Jóvenes Arquitectos", a su vez receptora de otras obras de colegas nombrados o no y que la economía de espacio impide detallar. En fin, la nueva realidad, bienvenida como la lluvia después de la sequía, se está reflejando en la crítica especializada y en invitaciones a cursos, conferencias, etc. que se suceden fuera de nuestra geografía. La participación de E. Giménez en el Concurso Restringido de la Ampliación de la Thyssen se enmarca en este contexto que también explica las dos monografías de la prestigiosa colección andaluza "Documentos", una dedicada a Del Rey-Magro y la última a J. García- Solera.

La visita a los cuantiosos concursos autonómicos es inviable en esta ocasión, pero conviene resaltar, como prometedora noticia, la reciente iniciativa de IVVSA que, a la vista de los proyectos ganadores, evidencia un impulso a la calidad en el estancado sector de la vivienda social. Y para cerrar el bucle de los concursos, el ámbito universitario ofrece ejemplos significativos en las tres provincias. Empezando por la Escuela de Arquitectura de Alicante, de Lola Alonso, un luminoso manifiesto mediterráneo que potencia la vida al aire libre y cuyo encaje de programa concilia la sensibilidad con la alta precisión. En Valencia, su Escuela está en obras de ampliación, según el proyecto de V. Vidal y su particular filosofía de "la razonable duración de las cosas" (sic), que se puede traducir en rigor constructivo, dignidad pública y renovación funcional. La universidad de Castellón, por su parte, ha fallado recientemente dos concursos a favor de M. Del Rey, I. Magro y T. Santamaría, para el edificio del Consell Social -"un prisma de luz ", califican los autores- y para la urbanización del Bulevar Central, un atractivo trabajo interdisciplinar, orientado al placer de los sentidos y que reúne la cultura botánica con la arquitectónica.

Con la pretensión de complementar el valioso contenido de esta publicación, se ha enfocado hacia otros destinos la anterior travesía por obras, proyectos, o reconocimiento exterior. La reflexión de síntesis es obvia y revela el salto cualitativo, observable de manera creciente, en nuestra arquitectura, donde su sólido entronque con la modernidad aparece como una constante. Indiferentes a las aventuras experimentales, nuestros arquitectos se sienten cómodos circulando por el amplio cauce de la tradición que entienden, sin lastres nostálgicos, en su auténtico significado como memoria activa y creativa. Generosa para entregar enseñanzas y abierta para recibir nuevas estrategias. Así va avanzando la historia.

The particular discouragement that some of us felt and expressed a decade ago at the lack of vitality of the self-engrossed architecture being produced here has gradually faded and the situation is now very different. The reason for this affirmation is certainly not that as time inexorably passes the task of observing what is around us may become tinged with conformity or that habit tempers our criteria. It is simply that the different reality that can be glimpsed today has necessarily coloured our appraisals. Our scepticism has turned into a comfortable expectation that we could not have predicted ten years ago from the few sparks of light in our post-modern darkness, which in those days was fairly averse to self-criticism and to redirecting its design strategies.

Taking advantage of the opportunity provided by the College of Architecture Prizes, we are now in a position to take stock, employing other parameters and, more importantly, arriving at other results. Fortunately, we find that an architecture of ideas has superseded and sidelined the most banally formalist architecture. In other words, where previously there was an inclination to play on appearances, now there is a preference for dealing with the essential content and a better understanding of the brief, the medium and factors of scale. Equally, the rhetoric of gestures has been replaced by restraint and sobriety. It seems that the lucid principle of Alejandro de la Sota, that good architecture is full of renunciations, may finally have been accepted. Naturally, some of the Administration’s initiatives (that we shall not be touching on here but are in everyone’s mind) would have to be excluded from this generalisation.

However, what is certainly true is that the professional panorama of the Valencian Community has slowly evolved, without catharsis or convulsions, and has embarked on a course of qualitative normality which is very respectable, in a number of ways, when compared with other regions of Spain. For instance, on the publishing side, we now have two periodicals that are well-established despite their relatively short life, around ten issues each: Loggia specialises in restoration-related subjects and ViA is devoted to contemporary experiences. The launching of ViA was a notable achievement of the previous Board of Governors of the College, supported by the regional Ministry of Public Works’ Directorate General of Architecture through a collaboration agreement. ViA is now unsubsidized, with its management awarded by public competition, and we must encourage the management team to continue its praiseworthy and successful work. Asimetrías must also be mentioned. Three issues have already come out and it intends to assemble a collection of texts, mainly by lecturers, every six months. Like Loggia, it is published by the Polytechnic University of Valencia’s Department of Architectural Composition. In short, including TC, we have various magazines with very different approaches and formats that perform a necessary task of guiding and stimulating the architectural culture of our professionals with their well-chosen information.

Equally, a long list of titles has been published by the Colleges of each province and the Regional College itself, as well as by certain institutions and even the odd "free-lance" book. It would be excessively prolix to comment on their contribution and the Minutes contain short but laudatory critiques, so this is just a reminder of an incessant activity that reveals the advances of our architects in cultivating their intellect. Further proof is provided by the carefully wrought reflections that introduce the prize-winning works and professional careers collected here. Written by colleagues who are normally occupied in the independent exercise of their profession, their fluency and eloquence confirm the stature of their authors. They make gratifying reading and hold a few surprises.

The universities also offer interesting new developments, starting with the promising, well-planned first years of the Alicante School of Architecture. Its inaugural lectures each year have an impact far beyond local circles. They are given by major figures, among them Alejandro Zaera, Toyo Ito this October and, last year, Enric Miralles, full of vitality. Who could have imagined that he would pass into history so soon? For a moment, a fond memory conjures up the singular personality of a figure of international prestige who began his career with Carme Pinós, in our own region, winning the competition for an extension to Algemesí Town Hall with a beautiful project that was never built. That was in 1984. However, returning to the present and immediate past and to our two schools of architecture, one is still in its formative years but already has a chair of project work while the other, after over three decades on an upwards path, will have five chairs in this subject within a month. Both are expanding or completing their teaching staff with excellent professionals and young people whose talent has been confirmed in the selective world of publications, competitions, prizes and exhibitions.

This is certainly good news for our architecture and its future because nobody now questions the importance of teaching. One of its peculiarities is that it is of mutual benefit both to the teacher and the student. As well as acquiring knowledge in each discipline, the students receive the first tools of analysis that will enable them to form a clear-sighted judgement of the architectural culture of any time, place or method, providing an essential basis for their own project work. In turn, the students, with their restless curiosity, usually communicate an enthusiasm that is almost always contagious and is a real talisman for the teacher. The teachers, in turn, owing to the nature of their work, are obliged to recycle themselves continually, develop their critical thinking, communicate it and order their ideas, which are often the result of research, in writing. This scenario, which is not quite so idyllic because of the increasing overcrowding of the lecture halls, as in the case of the Polytechnic University of Valencia, at any event explains the considerable presence in this publication of architects who are involved in the noble task of teaching.

We find this again when we look at the subject of competitions, which deserve to be dwelt on for various reasons. Above all, they are a significant source of information for forming diagnoses, but they may also justify the optimism that crept into my preceding paragraphs. In this context, reference may usefully be made to the "foreign sorties" of certain colleagues whose selection or mention by respected juries signals changes in direction in the recognition of our architecture abroad. Although this is only a representative sample rescued at random from my memory banks, the trail begins with the youngest, so much so that some of then had not even graduated when they took on the challenge of the competitions in question. This is the case of J.G. García, P. Cardells, J.M. Flores, J. Marco, C. Mejía and Ch. Penadés, who were awarded a prize by the Japanese Institute of Architects at the U.I.A.-96 for their proposal for the old Barcelonese quarter of the Raval. Together with a complex study of different types of housing, this offered a carefully thought-out articulation of public and private, more spatial than programmatic, that took the density of the area into account. The 1998 ACSA (Association of Collegiate Schools of Architecture)-OTIS competition, on the theme of "Urban Housing Plus", was awarded in Rio de Janeiro to E. Jimenez, A. Albadalejo, J. Blesa, J.J. Tuset, A. Ros and R. Iranzo, with C. Campos as their tutor. As well as the students’ being Valencian, there are other point in common with the previously-mentioned competition. They revolve around the subject of revitalising historic city centres and integrating new residential models while accepting pre-existing ones. However, the sponsorship of the latter competition by a well-known lift manufacturer seems to have led to differences, guiding an imaginative solution that emphasises the rôle of the horizontal and vertical circulation areas and uses the top of the old buildings to introduce an overhead connecting system of lightweight walkways.

The 2G Ideas Competition was also launched in 1998, with Mies van der Rohe’s emblematic Pavilion as its starting point. This was to be provided with an annex that would enable the prestigious Barcelonese foundation to extend its activities. Judging by their successes, young Valencian architects made very good use of this opportunity. The small group of finalists includes a project by J. Marco, A. Prat and J.M. Flores. According to the jury, chaired by Toyo Ito, this is a proposal that tackles numerous aspects of siting in a professional and perfectly expressed manner. One of the works that receive a mention is by J. Deltell, F. Mestre, E. Fernández-Vivancos and J. Font and is summarised as away from the Pavilion and precisely proportioned, the project gives a subtle definition to the street side. The second prize was awarded to C. Vidal, I. Vidal, I. Llorens, F. Martínez and G. Saura, whose delicate exercise is described in the Minutes as the most sensitive proposal for a sunken building opposite the Pavilion, with a route calculated to delay access temporarily. It is interesting to note that despite their diversity, all of them show a polished treatment of the architectural image and all resort to excavation when siting the new elements. In this respectful manner they avoid distorting the reading of Mies’ work, the exemplary quality of which has been suitably digested and has inspired appropriate responses to such an imposing presence.

Continuing with international competitions with a vast number of entrants, such as the above, works directed by C. Meri and J. Deltell were finalists for the University of Stockholm Extension (1996) in Sweden and the Jyväskylä Music and Art Centre (1997) in Finland respectively. The brief of the former was to place a congress centre, a social centre, a library, a sports area, university institutes and housing in a peripheral neighbourhood of the city that was characterised by its enormous extension and was already partially colonised by high density building. The evident scale and primarily urban development nature of this operation were tackled with the conviction that a grid layout is capable of introducing the necessary order to organise arterial roads connected to the existing infrastructure in such a way that green spaces are freed, the new architecture is sited perpendicularly and its size gives the whole neighbourhood a more domestic, friendly scale. Although the rationality of the project was praised for its very provision of order, it may be surmised that such a Cartesian solution may be alien to Nordic sensibilities.

The second of these competitions was among the preparatory events to commemorate Alvar Aalto’s centenary. One of its singular features was the location of the plot next to the Finnish master’s Suojeluskuntatalo (Defence Corps), from his first, classical, period. The Valencian architect’s answer to the risky dialogue with the historic building takes the form of a glazed box. Its transparencies reveal its organic section and its functions are made explicit by the great volume of the concert hall which dominates the interiors. The entrance is designed with great care: a cleavage between Aalto’s building and the proposed new one gives rise to perimeter routes that use the difference in ground level to site the hall and ceremoniously favour social contact. These ideas and that of filling in outlines until an urban corner is formed are, undoubtedly, references to the architect in whose honour the competition was held. In the Minutes the Jury expressed its interest in the general scheme but alleged insufficient cubic metres in the auditorium.

Shortly afterwards, in 1998, C. Meri’s persistence in such initiatives was rewarded by an honourable mention (others went to Dominique Perrault and Alejandro Zaera) in the competition for a Congress Centre in Rome to hold 20,000 people. Its location in the EUR, next to buildings by Pagano or Libera, once again imposed the obligation of measuring up to the vicinity of prominent figures of 20th century architecture. Meri met this challenge with a well-proportioned travertine prism with a passage for wheeled traffic running perpendicularly through its base. His striking design clearly shows, once again, that our colleagues are capable of reacting uninhibitedly to difficult briefs, not only fulfilling them technically but also viewing them through the complexity of cultural values.

The above examples from international competitions (I repeat: against numerous rival teams from different countries) show that our architecture is not confined within its own geographical boundaries and the results certify that the time of uncertainties has been left behind. The change in attitudes and working methods may, perhaps, be related to the phenomenon of globalisation. This is justly reviled for its perverse aspects but has a positive side in that the competitions are publicised by internet, encouraging participation and encounters. Additionally, something special happens in the often interwoven fields of competitions and teaching: their side effects could not be more beneficial and they can be addictive. This is fortunate, because mental exercise is regenerative and the pressure of having to measure up to rivals working on the same problem generally stretches one’s analytical faculties, makes one more demanding, activates one’s own resources and comparative readings and, if the occasion so merits, provides an opportunity to revise approaches and update one’s architectural culture.

Indeed, this is always a highly recommended exercise and that is how it is understood by the best-qualified architects, including the majority of those to whom the College has awarded prizes, now and previously, and whose names have appeared time and again, for some time now, on the lists of competition entrants or winners. Casting our minds back to the Europan I competition in 1988, Alfredo Payá and Javier García-Solera made a brilliant début with a magnificent project for public housing that (unfortunately) was never built. Incidentally, the latter, with his exemplary Lecture Halls 3 for the University of Alicante, appears to be exerting considerable influence in our professional circles, which are already familiar with the genuine way he handles the brief: basically he shows that the introverted nature of architecture can resonate perceptibly with construction rationality and its cleanness of expression, with a lyrical treatment of light and with the most severe discipline. This suggested interpretation (which space prevents me from exploring in detail) indicates a recognisable "family air" in recent designs from different sources which, with their mature exploration of solutions from within the works themselves, reveal a guiding thread which opens up many possibilities.

Returning to the international scene, two Europa Nostra prizes should be mentioned. They were awarded in 1996 to the team of J. Añón, R. Martínez and J.M. Herrera for the Restoration of the Almudín in Valencia and in 1997 to the team of M. Del Rey and I. Magro for the Restoration of the Casa Comú del Consell (Town Hall) in Morella. Both are an eloquent condensation of many years of praiseworthy work on historic buildings, a specialism in which we have real experts such as J.J. Estellés, E. Giménez, M. Portaceli, S. Varela, M. Beviá, A. Zaragozá, F. Grande, J. Esteban and R. Soler, among others. The choice of the Valencian Community for a permanent U.I.A. heritage headquarters is a recognition of our prominent position in this speciality.

Passing from history to the present and from architecture to the Cevisama 2000 International Design Competition, the path of self-esteem takes us to the two prizes awarded to A. Escardino – E. Solís for their attractive bathroom accessories and innovative taps, showing that ambition is also possible at the level of detail. Turning to a different sphere, it is a great distinction for Alfredo Payá to find himself in the company of architects of such stature as Koolhas or Moneo as a finalist of the VI Mies van der Rohe Pavilion Award for European Architecture with his University of Alicante Museum which, as a result of the widespread awareness of his poetic wooden box floating on a sheet of water, has become almost a cult object. Lastly, our architecture has survived the élite selection filter of the 2000 Venice Biennale, where we are represented by well-known works (including those shown here) by J. García Solera, Lola Alonso and A. Payá and elegant Final Year Projects by T. Escrig, S. García-Prieto, M. Orts, C. Sentieri and C. Trullenque, some of which are also to be found here. Our presence in Venice may be considered even greater, at least indirectly, if we appropriate the provocative contribution of Madrid’s Mansilla+Tuñón, an installation that consists of a collection of photos showing five large lorries on the road, each carrying an enormous letter. Between them they spell the word MUSEU. This is none other than the spectacular sign which now stands at the foot of the building in question, in Castellón, an area with a receptive attitude towards prestigious names such as C. Pinós and C. Ferrater. The collaboration of local architects with the latter is currently reflected by an interesting nucleus of professional lines of interest to which J. Sanahuja, C. Bento, C. Escura and C. Martín belong. If we add the team of F. Calduch, M. Ballester and L. Castellet, or the young A. Ibañez, Castellón seems to be attaining a level that will soon lead to greater attention from the press.

Naturally, our architects’ opportunities increase as they enter the arena of national competitions. Rather than reaching back into the past, we had best limit our memory to recent experiences, some of which are already in the final stage of building. The Rehabilitation of the Teatro Circo [Circus Theatre] in Albacete was awarded to the project by C. Campos with J. Caballero and E. Sánchez. After a knowledgeable assessment of the old, they are updating the installations, adding a prism and restoring the auditorium to its genuine typology. The Health Centre in Archena, by Vetges tu and Mediterrània, is also practically finished and we can verify the correctness of the approach, which shows their trust in the wall and the courtyard for protection against the climate. In the capital of the same province, F. Mejías with J. Sánchez and V. Martínez Gadea are currently building the result of another national competition, the School of Labour Relations for the University of Murcia. The carpark is already in place and the expressive inventiveness shows certain preferences with which this architect from Alicante who worked in Zaha Hadid’s London studio identifies. He and C. Salazar (an admirer of Gehry) are, in fact, rather an exception in the panorama of the Valencian Community, with their respective inclination for innovative forms and fragmentation. Murcia seems to be a propitious area for our architects, as this summer C. Meri, B. Rodil and P. Tur’s sober, orthogonal project was awarded the prize for Murcia’s Law Courts. Building is expected to start shortly.

Cordoba is another province where several competitions have been judged in the year 2000. Shortly after graduating, D. Carratalá, C. Collado, F. Miravete and P. Peñín won the competition to build a Services Centre on Las Quemadas Industrial Estate, an enormous area on the outskirts of this Andalusian capital. The complex, heterogeneous brief will be undertaken with a highly efficient organisation that groups activities hierarchically and shapes a versatile network of volumes scattered between empty spaces with trees. The maturity of the solution is surprising. It is perfectly thought-out so that the whole is given a unitary image based on the major rôle assigned to a strategically-routed perimeter wall of variable outline which creates a dynamic, purpose-filled enclosure. The other Cordoban competition was the Layout of the Castle Environs and North Slope of Monturque. The winners were A. Gallud and T. Herrero, with an interesting project that is related to land art in that it considers the landscape an active objective, using reflecting strips that mark out lines on the slopes to extract its entire essence and enable it to be appreciated. Appreciation of the landscape is also a convenient label to summarise M. Orts and C. Trullenque’s winning project for the San Cugat del Vallés Monastery Environs Pedestrianisation Competition. Their concise, elegant design augurs a promising future for its authors, who have been selected for Venice.

As well as those already mentioned, it is only fair to mention others who are active in the ever-salutary discipline of competitions and have been distinguished in second place or as runners-up. They include L. Carratalá, the Santateclas, F. Candel, V. Bernat and F. Nieto. Recognition of our architecture beyond our region is a fact... and a hard-won one. This is confirmed by a look at Europan or the Spanish Bienal, where not only architects we have already mentioned but also others such as J.M. Lozano or E. De Miguel appear. The Rehousing Units of the latter figure prominently and also travelled to London in our "Young Architects" exhibition, as did F. Reyes and J.L. Tolbaños’ Town Houses and other works by some colleagues who have already been mentioned and others who space prevents us from listing. The new reality, as welcome as rain on dry ground, is finally being reflected by architecture critics and by invitations to give courses, lectures etc. elsewhere. The invitation to E. Giménez to take part in the Restricted Competition for the Thyssen Extension may be placed in this context, as may the monographs on Del Rey - Magro and J. García-Solera in "Documentos", the prestigious Andalusian collection.

Space forbids us to mention all the regional competitions, but the IVVSA’s recent initiative is a promising piece of news. Judging from the winning projects, it is a boost for quality in the stagnant area of public housing. To close the subject of competitions, significant examples bring us back to the universities of the three provinces [of the Valencian Community], starting with Lola Alonso’s School of Architecture for Alicante, a luminous Mediterranean manifesto that encourages open-air life and accommodates the brief with sensitivity and a high degree of precision. The School in Valencia is being extended with V. Vidal’s project and particular philosophy of "the reasonable duration of things", in other words, rigorous construction, public dignity and functional renovation, while Castellón university has also recently held two competitions, won by M. Del Rey, I. Magro and T. Santamaria: the Consell Social [Social Council] is described by its authors as "a prism of light" and the urbanisation of the Bulevar Central [Central Boulevard] is an attractive interdisciplinary work that unites botanic and architectural culture in a celebration of the senses.

This look at works, projects and external recognition is intended to complement the valuable content of this publication. It is obviously a synthesis, but these reflections show the increasingly visible qualitative leap in our architecture (incidentally, although the initials disguise their first names we have steadily more and better female colleagues). A solid connection with modernism appears to be a constant. Our architects, indifferent to experimental adventures, take this in its genuine sense, unburdened by nostalgia, as an active and creative memory that is generous in the lessons it can teach and open to new strategies. Thus does history advance.