Pilar de Bustos |
El espacio
habitado Inhabited space |
Urbanismo: conjunto de conocimientos relativos a la creación, desarrollo, reforma y progreso de las poblaciones según conviene a las necesidades de la vida humana. Ésta es la única acepción que recoge el diccionario de la Lengua de la Real Academia Española para definir una palabra demasiado acotada por parámetros significativos de orden socio-político y económico, inductores de un proceso minado de producción de ciudad que raras veces emociona por el acierto formal y que, ajustándonos a la última parte de la definición, casi nunca favorece una articulación armónica entre las necesidades de los seres humanos y sus escenarios de vida. Al analizar el desarrollo urbanístico local desde la óptica de la ecología urbana, de la sostenibilidad, cada vez más voces autorizadas están poniendo al descubierto las enormes deficiencias que el modelo urbano conocido plantea para un desarrollo sano y equilibrado de la vida de la ciudadanía. Diferentes grupos sociales con necesidades específicas: mujeres, infancia, personas mayores, personas con discapacidades físicas, personas de otras culturas,… históricamente excluidos de la toma de decisiones y cuya potencial capacidad de disfrute de la ciudad está normalmente limitada por la ausencia de vehículo propio, desde sus respectivos foros organizados están proporcionándonos diagnósticos eficaces y contenidos valiosos derivados de su particular lectura del espacio habitado. Desde la más ambiciosa búsqueda profesional deseosa de que la propia obra emocione y trascienda, es difícil no incorporar al proceso creativo todo un raudal de dimensiones ocultas, anhelos colectivos desvelados a priori por quienes justamente cargarán de significados a lo largo del tiempo la obra creada. Como dice la profesora Adriana Bisquert: El espacio edificado necesita que el tiempo bañe sus muros, sus vacíos, y se impregnen de historias, de afectos, de memorias, de hechos sucedidos en, y con el tiempo suficiente. Estamos hablando de la exigencia de proyectar espacios que de entrada, inexcusablemente, funcionen bien, pero también que sean capaces de generar señas de identidad y de incorporar al lugar diseños sensibles que favorezcan la convivencia. La pérdida paulatina de proyección social de la figura del arquitecto como profesional idóneo para incidir no sólo en una revisión actualizada de los mecanismos de producción de ciudad, sino también en la obtención de calidad de vida y de belleza, contrasta estrepitosamente con la vitalidad emergente de otros agentes sociales que, desde otras disciplinas académicas y la mayoría de las veces alimentados por fuertes dosis de sentido común, están activando las principales claves de innovación. La Arquitectura oficial de finales de milenio, excesivamente objetualizada y capitaneada por los escasos autores conocidos por el gran público como Gehry, Moneo o Calatrava, se muestra capaz de generar hitos emblemáticos con indudables alicientes perturbadores. Sin embargo personajes como Tonucci, documentos como la Carta de Aalborg o la Carta Europea de Urbanismo, iniciativas políticas como la Agenda 21 y todas las redes sociales implicadas en una recreación colectiva del espacio, como el movimiento de mujeres, los grupos ecologistas o la red de Ciudades Sanas, se han convertido en los principales impulsores de cambios. El arquitecto-escultor salta a la fama como autor de singularidades pero raras veces como integrante de un colectivo profesional implicado en un urbanismo ágil y abierto a las nuevas formas de vivir la ciudad, o a las aspiraciones de querer vivirla de otra manera. Es verdad que en las iniciativas sociales citadas, donde recalamos profesionales de todas las ramas técnicas, la propia dinámica interdisciplinar, fuente inagotable de aprendizaje, define un marco de discusión más democrático en el cual los nombres propios se diluyen. Pero también es cierto que las enormes dificultades para conseguir trasladar a políticas municipales factibles criterios de progreso, transformaciones urbanísticas estructurales, desvirtúa a menudo la eficacia de los grupos denominados alternativos. Huelgan anacronismos y referencias nostálgicas a ejemplos como la intervención de Taut y Wagner en la política municipal socialdemócrata para la construcción de las grandes Siedlungen berlinesas. Escribía Bruno Taut en 1926: El tamaño –del barrio– no es tanto un imperativo de la edificación y de la administración racional cuanto una necesidad para ordenar las relaciones entre individuo y colectividad. … El problema ya no se puede definir en términos de cómo hacer las viviendas más pequeñas, sino de cómo hacer más plena, más productiva, la vida del colectivo y del individuo. Utilidad. Extraemos de una de las magníficas lecciones de arquitectura de Ludovico Quaroni en alusión a la tríada vitrubiana el siguiente texto: "En toda construcción hay que tener en cuenta su solidez (firmitas), su utilidad (utilitas) y su belleza (venustas)". Así dice Vitrubio; pero nosotros podemos decir con mayor propiedad que la obra arquitectónica es el resultado, ante todo, de los contenidos sociales y de las razones "institucionales" por las que una determinada sociedad o poder requiere una obra arquitectónica (utilitas), y que estas razones "humanas" deben ser la base de toda buena proyectación. La posibilidad de producir un sistema integrado donde se eviten parcelaciones estilísticas o constructivas, en las denominadas arquitecturas de tendencia o las tecnológicas, y no se obvien las necesidades del colectivo a quien la obra va destinada sin por ello sucumbir ante una obsesión funcionalista, se presenta como una reflexión óptima para crear ciudad. Algunas actitudes profesionales muy escrupulosas al estudiar, por ejemplo, la iluminación ideal de las piezas de arte que serán expuestas en el museo que se está proyectando, devienen en insensibles cuando se trata de reflexionar sobre la altura idónea de un banco público o la eliminación de escandalosas barreras arquitectónicas que generan focos de inaccesibilidad. El reto profesional de contemplar nuevos modulores de diferentes edades, sexo o condición social se desdeña bajo el término de arquitectura sociologista. Sólo una cuarta parte de la población –el 22% computado en la ciudad de Barcelona– utiliza a diario vehículo propio. Así, una persona que se desplaza cotidianamente en coche, de aparcamiento en aparcamiento, adolece de las necesarias experiencias peatonales, vitales, como para percatarse de las deficiencias ergonómicas de un banco excesivamente bajo que obliga a la persona anciana a efectuar un enorme esfuerzo lumbar para levantarse, de la ausencia de juegos y risas infantiles en la calle, de la aridez plomiza de infinitos recorridos a pleno sol sin sombras vegetales ni fuentes, de la incómoda zonificación e insuficiencia dotacional en algunos barrios descompensados que obligan a contínuos desplazamientos al centro urbano en medios de transporte descoordinados, de la inseguridad nocturna en trayectos a pie deficientemente iluminados, de, en definitiva, todos aquellos parámetros proyectuales aprehendidos en una aproximación empírica a las diferentes formas de vivir la ciudad. Poesía. La poética de la ciudad trasciende al mero acto poético, sin pasado como define Bachelard, ante la imagen nueva y a la repercusión que una imagen poética singular puede ejercer sobre una o varias almas. La ciudad habitada permite, además, la percepción de los ecos de esa repercusión, arquetipos dormidos en el fondo del inconsciente, resonancias sentimentales de poder evocador que van tejiendo la urdimbre de cada memoria individual y de la colectiva. En definitiva estamos hablando de sentir la ciudad y por tanto de favorecer con propuestas ricas en matices el proceso de identificación afectiva con el lugar, de arraigo. No es inevitable que cualquier periferia sea parecida a cualquier periferia y que la ciudadanía recurra siempre a las piedras antiguas del casco histórico para sentir que se es de una ciudad. Se echan de menos las formas bellas, los colores, los olores, las sombras, las sorpresas espaciales en forma de bóveda, pasaje o soportal, … Es fácil comprobar la satisfacción que manifiestan por pertenecer a un determinado barrio las personas que habitan la Karl Marx Hof de Viena o muchas zonas del Ensanche de Barcelona, por poner sólo dos ejemplos. No basta con producir una ciudad que funcione, hay que pretender que el espacio construido emocione y provoque señas de identidad. Participación. Es imposible imaginar la existencia de la villa Savoya o de la villa Mairea sin la genialidad de sus creadores, pero tampoco existirían sin ese acuerdo culto con los Savoya o los Gullichsen. La búsqueda elitista del cliente ideal se desvanece ante la visión horrorizada de los pastiches historicistas de dovela pintada que decoran muchas villas de nuevo cuño. Parece difícil crear mecanismos sociales eficaces capaces de favorecer un encuentro culto entre el arquitecto y el cliente. Como fruto de ese desencuentro las posiciones de unos, en la torre de marfil del artista incomprendido, y otros, orientándose mediante las revistas de decoración del quiosco, parecen irreconciliables. Superando las consideraciones acerca de la interlocución con un cliente concreto, la complejidad del desencuentro se acentúa si reflexionamos ante la posibilidad de establecer a través de la obra arquitectónica una comunicación con personas desconocidas que, por ejemplo, ocuparán un apartamento o utilizarán un espacio público determinado. Por tanto parece inteligente, si se quiere, operativo, involucrarse en canales intelectuales que favorezcan, por un lado la recogida por parte del arquitecto de todas las necesidades explicitadas por la ciudadanía y por otra la posibilidad de intervenir con arquitecturas cultas de renovación impulsadas por esos mismos arquitectos para un colectivo que se sentirá co-partícipe del proceso y, por tanto, más receptivo. En una entrevista decía Norberto Bobbio que: una democracia es tanto más fuerte cuanto más se apoya en ciudadanos activos. Los distintos movimientos internacionales que tienen como objetivo crear entornos urbanos de mayor calidad para la vida han considerado la necesidad de la participación ciudadana en la definición de las necesidades y en la resolución de los problemas existentes en las ciudades. De entre todos los colectivos que en los últimos tiempos se han incorporado a los foros de debate sobre la ciudad, el movimiento de mujeres, representante de un sector de población muy amplio, está aportando una gran cantidad de parámetros proyectuales derivados de sus roles específicos de género y sobre todo del hecho de ser las responsables de cuidar al resto de las personas de la sociedad, en la unidad familiar y desde sectores laborales de atención a personas que continúan feminizados. Propuestas femeninas para una ciudad humanizada en sintonía no muy lejana con el espíritu innovador de la vivienda flexible de Truus Schröder, o la domesticidad elegante, la habitabilidad creíble, que Aino Aalto supo imprimir a la villa Mairea. La búsqueda de una ciudad humanizada, culta y participativa arranca sin duda del acto simple de comprender que hay tantas formas de vivir la ciudad como personas que la habitan. Excelente punto de partida antes de pasar a resolver la belleza y la firmeza desde la soberbia consubstancial a todo impulso creador y la posterior, y lícita, contemplación narcisista de la obra creada. |
Urbanism: the body of knowledge concerning the creation, development, reform and progress of cities, towns and villages as advisable for the needs of human life is the only meaning that the Spanish Academy’s dictionary gives to define a word that is excessively hemmed in by significant social, political and economic parameters. These lead to a weakening of the city-creation process, which is seldom exciting in its formal achievements and, as regards the last part of the definition, almost never fosters a harmonious interplay between the needs of human beings and the scenarios in which they live. When urban development is examined from the viewpoint of urban ecology and sustainability, authoritative voices are increasingly exposing the enormous deficiencies in the healthy, balanced development of the inhabitants’ lives that the familiar urban model implies. Different social groups with specific needs such as women, children, old people, people with physical disabilities, people from other cultures etc., have traditionally been excluded from the decision-making process and their potential capacity to enjoy the city is normally limited by the lack of a vehicle of their own. Through their respective organisations, they are now providing effective diagnoses and valuable project contents derived from their own particular reading of the inhabited space. When the professional’s sights are set high and seek to make the work itself exciting and significant, it is difficult not to bring a whole torrent of hidden dimensions into the creative process, all the collective yearnings revealed by precisely those people who in the course of time will be filling the created work with meaning. As Adriana Bisquert, urbanist and lecturer, says: The built space needs time to bathe its walls, its empty spaces, to impregnate them with stories, feelings, memories, with things that happen in and with sufficient time. This means that we are speaking of the need to design spaces that must inescapably work well from the start, but that will also be capable of generating badges of identity and allowing sensitive designs that foster community life to be integrated into the place. The gradual loss of social relevance of the figure of the architect as the appropriate professional to contribute not only to an up-to-date review of city-producing mechanisms but also to the achievement of quality of life and beauty is in sharp contrast with the burgeoning vitality of other social agents from different academic disciplines, often nourished by strong doses of common sense, who are tapping the main well-springs of innovation. The excessively objectised official architecture of the end of the millennium, led by the few creators of whom the public at large has heard (such as Gehry, Moneo or Calatrava), is capable of generating emblematic landmarks that are, unquestionably, disquietingly attractive. However, figures such as Tonucci, documents such as the Aalborg Charter or the European Urban Charter, political initiatives such as Agenda 21 and all the social networks that are involved in a collective re-creation of space, such as women’s movements, environmental groups or the Healthy Cities networks, have become the main forces for change. The sculptor-architect springs to fame as the creator of unique works but rarely as a member of a professional group which is involved in a flexible urbanism, open to the new ways of experiencing the city or the desire to live in a different way. It is true that in these social initiatives, which bring together professionals from all the technical disciplines, the interdisciplinary dynamics themselves (an inexhaustible learning resource) define a more democratic framework for discussion, one in which names stand out less. However, it is also true that the enormous difficulties in achieving the transfer to feasible municipal policies of progressive criteria and structural urbanistic transformations often makes the so-called alternative groups less effective. There are too many anachronisms and nostalgic references to examples such as Taut and Wagner’s involvement in the social-democratic council’s policies for the construction of Berlin’s great Siedlungen. In 1926 Bruno Taut wrote that: Size (of the neighbourhood) is not so much an imperative of rational administration and building as a necessity for ordering the relations between the individual and the collective. (...) The problem can no longer be defined in terms of how to make the dwellings smaller, but rather of how to make the life of the collective and the individual fuller, more productive. Utility. The following text is taken from one of Ludovico Quaroni’s magnificent lessons in architecture and alludes to Vitruvius’ triad: "In every construction, its solidity (firmitas), utility (utilitas) and beauty (venustas) must be borne in mind". So says Vitruvius, but we may more properly say that the work of architecture is, above all, the result of the social content and "institutional" reasons for which a particular society or power requires a work of architecture (utilitas) and that these "human" reasons must form the basis of all good project work. The possibility of producing an integrated system that avoids stylistic or constructive divisions into the so-called architecture trends or technological architectures and does not leave aside the needs of the collective for which the work is intended, without thereby succumbing to a functionalist obsession, seems an excellent subject of reflection for city-building. Certain professionals are very scrupulous about studying the ideal illumination for the works of art that will be shown in the museum they are designing, for instance, but become insensitive when the time comes to reflect on the appropriate height for a public bench or on eliminating scandalous architectural barriers that generate accessibility black spots. The professional challenge of considering new modulators for different ages, sexes or social conditions is disdained and labelled sociological architecture. Only a quarter of the population (22% in the city of Barcelona) uses a private vehicle on a daily basis. Someone who travels daily by car from car park to car park lacks the necessary pedestrian and life experience to notice things like the ergonomic drawbacks of a bench which is so low that getting up from it is a tremendous effort for an old person, the absence of children laughing and playing in the street, the leaden aridity of infinite routes in the hot sun with no fountains and no trees to shade them, the inconvenient zoning and lack of facilities in certain disproportionate neighbourhoods that oblige the inhabitants to make continual trips to the centre in badly co-ordinated public transport or the lack of safety when walking at night in badly lit areas: in short, all the design factors that are grasped through empirical contact with the different ways of living in the city. Poetry. The poetry of the city transcends the mere poetic act, which Bachelard defines as without a past, when it discovers a new image and the impact that a unique poetic image can have on one or more hearts and souls. The inhabited city, moreover, allows the echoes of this impact to be perceived: the archetypes that lie sleeping in the depths of the unconscious, the evocative resonances of feelings that weave the fabric of each individual memory and of the collective memory. In short, we are talking about feeling the city and, consequently, of nuance-rich proposals to foster the process of identifying with the place, of feeling rooted. There is nothing inevitable about every edge of the city being like every other edge or people always going to the old buildings of the city centre in order to feel that they belong there. They miss the beautiful shapes, the colours, smells and shadows, the spatial surprises in the shape of a dome, a passage, an arcade ... It is easy so see the satisfaction with belonging to their particular neighbourhood shown by the inhabitants of Vienna’s Karl Marx Hof or Barcelona’s Ensanche, to give only two examples. Creating a city that works is not enough, the aim should be a built space that is exciting and becomes a badge of identity. Participation. It is impossible to imagine that the Villa Savoya or the Villa Mairea could exist without the genius of their creators, but neither would they exist had there not been an educated accord with the Savoyas or the Gullichsens. The elitist search for the ideal client is dispelled by the horrific view of the historicistic pastiches with painted voussoirs that decorate many newly-built villas. It seems to be difficult to create effective social mechanisms that can foster an educated encounter between the architect and the client. As a result of this mismatch, the positions of one and the other, the misunderstood artist in an ivory tower and those who are guided by the decoration magazines at the newsagents, seem to be irreconcilable. The complexity of the misunderstanding is compounded, and surpasses these observations on the dialogue with a particular client, if we consider the possibility of communicating, through the work of architecture, with the unknown people who will be occupying a flat or using a particular public space. Becoming involved in intellectual channels that will help the architect to compile all the needs the public expresses, on the one hand, and increase the opportunities for action with educated architectures of renewal and progress, initiated by these same architects, for groups that will consider themselves co-participants in the process and, therefore, more receptive, on the other, would therefore appear to be more intelligent, more operative if you will. In an interview, Norberto Bobbio said that the more it is based on active citizens, the stronger a democracy will be. The various international movements that aim to create urban surroundings with a better quality of life have considered the need for the public to participate in defining the needs and solving the cities’ problems. Of all the groups that have joined the forums of debate on the city in recent years, the women’s movement, which represents a very wide sector of the population, is contributing a large number of design parameters that derive from its specific gender rôles and, above all, from the responsibility for caring for the rest of society, within the family and in the ‘caring professions’ which continue to be predominantly female. Women’s proposals for a humanised city are not far removed from the innovative spirit of Truus Schröder’s flexible house or the elegant domesticity, the credible habitability, that Aino Aalto gave to the Villa Mairea. The search for a humanised, cultured and participative city unquestionably stems from the simple act of understanding that there are as many ways of living the city as there are people who live in it. This is an excellent starting point before proceeding to resolve its solidity and beauty with the pride that is inherent in every creative impulse and the subsequent, justifiably narcissistic, contemplation of the work we have created. |
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Un jardín en un patio de manzana de la calle Téllez de Madrid. Mª Agustina Herrero y José Martínez, arquitectos y María Medina, paisajista. Premio COAM 1995 y accésit del premio Churriguera de la Comunidad de Madrid en 1996. La resolución técnica del jardín arbolado sobre las placas de hormigón del aparcamiento subterráneo del edificio, podría trasladarse a escenarios públicos en los que las sombras de toda la vida son sustituidas por losas duras desangeladas a raíz de la construcción del aparcamiento. Parece razonable tender a soluciones que soterren al vehículo para liberar espacio público, pero el resultado de la intervención no ha de ser necesariamente una plaza dura. Garden inside a city block, calle Téllez, Madrid. Mª Agustina Herrero and José Martínez, architects, and María Medina, landscape gardener. COAM Prize 1995 and runner-up of the Community of Madrid’s Churriguera Prize in 1996. The technical solution to placing a garden with trees over the concrete slabs of an underground car park could be applied to public spaces where hard, soulless slabs have replaced the traditional shade because a car park has been built underneath. It seems reasonable to open up public spaces by placing the cars underground, but the result does not necessarily have to be a ‘hard’ square. Paseo marítimo de Gavá (Barcelona). Imma Jansana. Este proyecto, premio FAD 93 del Colegio de Arquitectos de Barcelona, se redactó a partir del respeto y potenciación de los elementos naturales del lugar, al enfrentarse a uno de los últimos reductos del ecosistema dunar mediterráneo con indudable interés paisajístico. La comprensión de los valores biológicos y geológicos del lugar, fruto del trabajo previo en equipo interdisciplinar, permitió a la arquitecta integrar todos los elementos naturales en el proceso de diseño y aprovechar los vientos para seguir favoreciendo la formación del dunar y, por tanto, la protección de la pineda. Sea promenade, Gavà (province of Barcelona). Imma Jansana. In this project, which won the Barcelona college of architects’ FAD prize, respect and enhancement of the natural features of the place are the starting point for approaching one of the last redoubts of the Mediterranean dune ecosystem with undeniable interest as a landscape. An understanding of the biological and geological value of the site gained from the preliminary work of an interdisciplinary team enabled the architect to integrate all the natural elements into the design and harness the winds so that they continue to shape the dunes and thus protect the pine wood. Plaza de acceso al cementerio de Picanya (Valencia). Pilar de Bustos y Pedro Gutiérrez. Se ha pretendido crear una plaza con vida que acoja a las personas que llegan al recinto paseando por la periferia del pueblo –la mayoría personas mayores– y, además, intervenir con el necesario respeto en un lugar, la antesala del cementerio, cargado de significados en la memoria colectiva. Para no borrar totalmente las huellas del pasado se han respetado todos los árboles existentes –cipreses de dos tipos y pinos– y el acceso al antiguo cementerio, tantas veces recorrido en procesión de despedida. La pérgola se sitúa como antesala del acceso al cementerio nuevo, separada del muro. Square at the entrance to Picanya cemetery (province of Valencia). Pilar de Bustos and Pedro Gutiérrez. The aim was to create a life-filled square that would welcome those who arrive on foot, walking around the edge of the town (who are mostly elderly) and to act with suitable respect for a place which is highly meaningful in the collective memory, the forecourt of the cemetery. To avoid erasing every trace of the past, all the existing trees (cypresses of two types and pines) and the path to the old cemetery, the route of so many farewell processions, were kept. The pergola, placed away from the wall, is like an anteroom to the entrance of the new cemetery.
Para contrarrestar el carácter algo lúgubre preexistente y potenciar la estancia lúdica en la plaza a cualquier hora del día y en cualquier estación, se ha trabajado el tratamiento cálido y colorista de mobiliario, pavimento y jardinería –maderas teñidas, dibujos bicolor en el adoquinado, una parra silvestre de hoja rojiza en otoño y flores–, los trayectos y estancias con olores de plantas aromáticas mediterráneas –espliego, tomillo y romero– y la colocación de las farolas y bancos con diferentes propuestas: en la pérgola mirando las puestas de sol sobre los naranjos, el recogimiento o la tertulia junto a la fuente, al sol o a la sombra, … To counteract the previously rather lugubrious atmosphere and encourage leisure use of the square at all times of the day in all seasons, the furniture, paving and gardening was given a warm, colourful treatment: stained wood, two-colour pattern on the paving stones, a sturdy flowering creeper that has red leaves in autumn, routes and resting places with fragrant Mediterranean herbs (lavender, thyme and rosemary) and lamps and benches for different purposes: sitting in the pergola watching the sun set over the orange trees, meditation or conversation beside the fountain, in the sun or in the shade,...
Se ha cuidado la ergonomía de los bancos y la accesibilidad sin barreras arquitectónicas desde la carretera hasta el nivel más bajo del cementerio. Care was taken over the ergonomics of the benches and ensuring accessibility, free of architectural barriers, from the road to the lowest part of the cemetery.
Una columnata de once farolas, con báculos cilíndricos de hormigón, acota y protege al nuevo recinto del tráfico rodado de la carretera. A line of eleven lamps with cylindrical concrete posts marks off and protects the new space from the road traffic. |
Bibliografía/Bibliography: | |||||
Adriana Bisquert; artículo "Vivir la ciudad", Mujeres, Ecología y Paz (Vol.6). Ed. proyecto NOW - Universidad Jaume I de Castellón (1999) / Adriana Bisquert, "Vivir la ciudad" [Living the city] in Mujeres, Ecología y Paz [Women, Ecology and Peace], vol.6, Ed. Proyecto NOW – Universidad Jaume I, Castellón, 1999. |
Francesco Tonucci. La ciudad de los niños. Ed. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid (1997) / Francesco Tonucci, La ciudad de los niños [The city of children], Ed. Fundación Germán Sánchez Rupérez, Madrid, 1997. |
Bruno Taut; artículo de F. Bollerey y K. Hartmann "La vivienda, de la utopía a la Siedlung". Revista A&V, nº 1. Madrid (1985) / Bruno Taut, quoted in F. Bollerey and K. Hartmann, "La vivienda, de la utopía a la Siedlung" [Housing, from utopia to the Siedlung] in Revista A&V, no.1, Madrid, 1985. | Ludovico Quaroni. Proyectar un edificio. Ocho lecciones de arquitectura. Xarait Ediciones, Madrid (1980) / Ludovico Quaroni, Proyectar un edificio. Ocho lecciones de arquitectura [Designing a building. Eight lessons in architecture], Xarait Ediciones, Madrid, 1980. | Gaston Bachelard. La poética del espacio. París, 1957. Ed. Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires (1990) / Gaston Bachelard, La poética del espacio, Paris 1957, Ed. Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, 1990. [English translation: The poetics of space] |
Norberto Bobbio. Entrevista de Lola Galán. EL PAÍS, 11 de julio de 1998 / Norberto Bobbio, Interview by Lola Galán, EL PAÍS, 11 July 1998. [Translator’s note: all quotations are translated from the Spanish] |